lunes, 10 de junio de 2013

Los "neutrales" de mierda

Quiero ser como Celaya. Comparto totalmente con él aquello de “maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse”. Creo que los veo todos los días, pues ellos son los que normalmente copan los lugares públicos, con notoriedad. Los peligrosos, los que se mojan, no suelen tener cabida en estos lugares reservados para lo entretenido, lo bonito, lo aséptico…
Dentro de estos personajes los encontramos de distinto pelaje. Están los tontos, y las tontas, los que no dicen nada porque no saben nada ¿Qué quién? Pues por ejemplo Bisbal. Bastante tiene el chico con juntar dos o tres palabras seguidas, ya que cuando trata de formar una frase la lía, como ya nos ha demostrado en más de una ocasión. Son así, no me molestan porque no los veo, los evito porque no me aportan nada más que eso que Boyero decía hace poco: “esa sensación tan desagradable que es la vergüenza ajena”.
Pero de los que quiero hablar hoy son esos que van de palo, con esa estética antitodo, esas rastas de peluquería y esos pendientes de oro. Esos que dicen ser progres, ácratas, rojos o antisistema… pero luego no son nada más que ego. Os hablo de esos que ya conocéis, de esos que dicen estar a este lado del río simplemente porque les viene bien para vender más discos, más libros… son esos que han levantado la mano en un momento dado, o la palabra, que han tratado de posicionarse para engordar su cuenta corriente. Os acordáis de Yeltsin poniéndose delante de los tanques?
Los conoceréis por sus mensajes, pero por el vacío de los mismos, cantando a la marihuana, a la fiesta y al amor libre. Hablando de diversión y llenando festivales alternativos (a qué?). Es el vacío necesario para llenar las radiofórmulas, el que reclama una discográfica para vender el máximo número de discos posible. Tienen muchos nombres, cada cual seguro que conocéis y me podéis enviar varios ejemplos.
Yo, en la música, tengo los míos. Los conozco incluso personalmente, los he escuchado y los detesto. Han estado muy cerca de mí, pero siempre he odiado que me comparen con ellos. No somos iguales, no. Ellos tocan mejor, son más guapos, viven de esto y todo el mundo tararea sus canciones. Son gente de éxito, triunfadores de la mediocridad.
Nosotros tocamos mucho peor, seguro, nos levantamos prontito para trabajar y cuando tocamos en nuestros centros sociales algunas personas tararean nuestras canciones. No somos gente de éxito, más bien no somos nada. Nos gustaría ganarnos la vida con la música, pero sabemos que además de tocar bien hay que tener muchas tragaderas para entrar en el circuito, cosa que no estamos dispuestos a asumir. Eso es lo que mucha gente no sabe, o no cree.
No hace falta que os diga sus nombres, los conocéis igual que yo porque sois más listxs que yo, o los conoceréis porque se delatan con sus hechos, con su actitud, y no hace falta buscar tan lejos como el caso de Bisbal.  En el mismo Lavapiés tenemos ejemplos de enteradillos de este tipo, porque allí ahora es fácil pescar. Y están en todos los estilos: en la rumba, en el flamenco, en el rock, el metal e incluso el punk. Estad al loro, están cerca y no debemos colaborar con ellos. Nuestra poesía es un arma carga de futuro expansivo que, como dijo Celaya, te apunta al pecho. Y hoy hace más falta que nunca. Por una cultura libre y popular, fuera enteradillos de nuestros barrios, de nuestros espacios.

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